⚠️ Aviso importante: El consumo de alcohol debe ser siempre con moderación y responsabilidad. 🍷 Solo para mayores de 18 años.
🚨 Este post es una sátira con tono humorístico y no pretende ofender ni incitar a un consumo irresponsable. ¡Disfruta el vino con cabeza! 🍾😆
Amigos, hoy os traigo un artículo histórico, educativo y lleno de… ¡BURP! perdón… lleno de sabiduría vinícola. Pero antes de empezar…
¿Os ha pasado alguna vez que tomáis un par de copitas de vino y de repente estáis filosofando sobre la vida, declarando vuestro amor a un queso y pensando que deberíais conquistar un país? Bueno, pues eso le pasaba a algunos de los personajes más importantes de la historia, pero en serio.
Amigos, hoy os traigo un artículo histórico, educativo y lleno de… ¡BURP! perdón… lleno de sabiduría vinícola. Pero antes de empezar…
¿Os ha pasado alguna vez que tomáis un par de copitas de vino y de repente estáis filosofando sobre la vida, declarando vuestro amor a un queso y pensando que deberíais conquistar un país? Bueno, pues eso le pasaba a algunos de los personajes más importantes de la historia, pero en serio.
Luis XIV, el hombre que convirtió Versalles en la discoteca más exclusiva del siglo XVII. Este señor vivía a todo trapo y no bebía cualquier cosa, no señor, él solo tomaba Chambertin, un vino de Borgoña que probablemente costaba más que todo mi sueldo de un año (y eso que no tengo sueldo).
Dicen que bebía vino por razones “médicas”… sí, claro, lo mismo que decimos todos cuando pedimos otra botella en el restaurante. Y gracias a su amor por el vino, Borgoña se convirtió en sinónimo de calidad y en la excusa perfecta para que hoy podamos decir «yo solo bebo vinos con historia».
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Napoleón, el hombre que no llegaba al 1.70 pero conquistó media Europa… y de paso, unas cuantas botellas de Chambertin. Este tipo no salía a la batalla sin su vino, como quien no sale de casa sin el móvil.
Eso sí, tenía una costumbre curiosa: lo rebajaba con agua. ¡AGUA! Napoleón, amigo, con razón perdiste en Waterloo… ¡Eso es pecado vinícola! Pero bueno, a su favor hay que decir que hizo que Chambertin fuera conocido en todo el mundo.
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Jefferson no solo escribió la Declaración de Independencia, sino que también podría haber escrito una guía de vinos. En su época como embajador en Francia, se enamoró de los Burdeos y los Borgoñas.
Intentó hacer vino en su casa de Monticello… y bueno, digamos que no le salió muy bien. Pero gracias a él, en EE.UU. hoy tienen Napa Valley, que es como la Disneylandia de los amantes del vino.
Churchill era un hombre de costumbres. Se levantaba, encendía un puro, bebía champán, dirigía una guerra, bebía más champán y luego tomaba decisiones que cambiaban la historia.
Su champán favorito era Pol Roger, y dicen que bebía una botella al día. ¿Consecuencia? Luchó en una guerra mundial sin perder el estilo. ¡Si eso no es ser un profesional del vino, no sé qué lo es!
Si Hemingway no hubiera sido escritor, habría sido catador. En sus libros no faltan las referencias al vino, especialmente los tintos de Rioja y Burdeos.
Dicen que bebía para escribir y escribía para beber. ¿Resultado? Obras maestras y resacas históricas.
Dalí era un genio… y también un amante del vino. Escribió un libro, Los vinos de Gala, en el que mezclaba enología y surrealismo. O sea, básicamente hablaba de vino con más imaginación que cuando intentamos justificar otra copa.
Para Dalí, el vino era una experiencia artística. ¡Y tiene razón! Porque después de unas copas, todos pintamos mejor… o al menos eso creemos.
Pablo Neruda no solo escribió sobre el amor, sino también sobre el vino. En su Oda al vino, decía que era “bebida de amor y de vida”.
Un hombre que le escribe poesías al vino es un hombre que entiende la felicidad
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