Versión alterntiva: The Bad Brother.
Después del éxito de nuestro primer diccionario del vino, continuamos descubriendo ese lenguaje que se esconde tras cada sorbo. Este glosario está pensado para ayudarte a disfrutar del vino con más conocimiento, pero también con más placer. Hoy añadimos nuevas palabras, divididas de nuevo en tres categorías: procesos, elementos del vino y clasificaciones.
Técnica utilizada justo después del prensado del mosto (zumo de uva). Consiste en separar las partes sólidas (restos de piel, pulpa y pepitas) del líquido antes de fermentar. Ayuda a que el vino sea más limpio y aromático, especialmente en los blancos y rosados.
Movimiento manual o mecánico con el que se hunden los hollejos que flotan durante la fermentación del vino tinto. Se hace para extraer mejor el color y los taninos, y oxigenar el mosto.
Es el paso final antes del embotellado. Se utiliza para eliminar partículas en suspensión y evitar que aparezcan sedimentos o impurezas en la botella. Hay quien prefiere vinos “sin filtrar”, pero todo depende del estilo del productor.
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Compuestos aromáticos naturales que provienen de la uva, especialmente presentes en variedades como la Moscatel o el Gewürztraminer. Son los responsables de esos aromas florales tan intensos que a veces recuerdan al jazmín o la rosa.
No significa que el vino tenga sal, pero sí que puede transmitir una sensación mineral, como si evocara la brisa marina o las piedras húmedas. Suele aparecer en vinos blancos de zonas cercanas al mar o con suelos ricos en fósforo y caliza.
Es la “presencia” del vino en boca. Un vino con cuerpo se siente denso, redondo, envolvente. No siempre tiene que ver con el alcohol, también influyen el azúcar, la glicerina natural y la concentración de compuestos.
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Categoría no oficial pero muy usada. Se refiere a vinos en los que el enólogo deja su “huella personal”, normalmente elaborados con poca intervención, fuera de los cánones tradicionales y sin seguir normas de crianza establecidas.
Elaborado con mínima intervención: sin levaduras añadidas, sin filtrados, sin sulfitos (o con dosis mínimas). Aunque no siempre tiene certificación ecológica, suele ir de la mano con prácticas respetuosas con la vid y el entorno.
Vino que ha pasado por barrica durante menos tiempo que un crianza, normalmente entre 3 y 6 meses. El objetivo es aportar un ligero toque de madera sin quitar protagonismo a la fruta.
¿Te has quedado con ganas de más palabras vinícolas? ¡Tranquilo! Habrá tercera parte.
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